ESTATUTO BIOLÓGICO DEL
EMBRIÓN HUMANO
Por Justo
Aznar
La cuestión
relativa al estatuto del embrión humano, ¿persona? ¿cosa? ¿ente intermedio entre
persona y cosa?, es tal vez la más conflictiva en el debate bioético
contemporáneo. Roberto Adorno
(2004)
A. INTRODUCCIÓN
Uno de los temas actualmente más
debatidos en el área de la bioética, es determinar cuando se inicia la vida
humana, y sobre todo definir el estatuto biológico del embrión humano,
especialmente del embrión de pocos días de vida, es decir, desde la impregnación
del óvulo por el espermatozoide hasta su implantación en el útero de su
madre.
Pero con independencia de ello, esta
necesidad es además debida a que durante las primeras etapas de la vida humana,
aproximadamente durante sus primeros 14 días, este joven embrión es objeto de
amplias y diversas amenazas, que, en muchos casos llevan a su destrucción, como
pueden ser:
a. La clonación terapéutica, tanto si se
utiliza para obtener células madre para ser usadas en la medicina regenerativa y
reparadora, como si lo es para experimentaciones
biomédicas.
b. Los procesos de congelación y
descongelación a que son sometidos los embriones sobrantes de fecundación in
vitro, con vista a su posterior utilización
experimental.
c. La utilización de fármacos o
procedimientos técnicos, con finalidad contraceptiva, que actúan por un
mecanismo antiimplantatorio, es decir abortivo, especialmente el
DIU.
d. La utilización de las denominadas
píldoras del día siguiente, que en un elevado porcentaje de casos también actúan
por un mecanismo antiimplantatorio.
e. La utilización de la píldora abortiva
RU-486.
f. El uso del diagnóstico
preimplantacional, con la finalidad de seleccionar el sexo de los embriones
generados.
g. La utilización de este mismo tipo de
diagnóstico molecular para la selección de embriones sanos y su posterior
gestación, hijos de padres con enfermedades hereditarias o
genéticas.
h. Y, finalmente, para la fabricación de
embriones y posteriormente niños, para conseguir tejidos que puedan ser
utilizados para tratar a algún hermano del embrión generado, que padezca
determinado tipo de enfermedad hereditaria o genética. Es decir para generar
niños-medicamento.
Por todo ello, un punto crucial en el
debate ético relacionado con la posibilidad de utilizar el embrión humano como
material de experimentación para cualquier fin, o de manipularlo con objetivos
ajenos a su propio bien, es establecer la naturaleza biológica de ese embrión,
pues de la categoría ontológica que se le atribuya dependerá la catalogación
ética que su manipulación merezca.
Desde mi punto de vista, aunque sin duda
este criterio puede no ser compartido por todos, la realidad antropológica,
filosófica y jurídica del embrión, es decir, la base de sus posibles derechos
humanos, hay que construirla sobre la realidad biológica de ese ente al que
llamamos embrión humano.
Consecuentemente, parece fundamental
definir el estatuto biológico del embrión de pocos días de vida, para poder
realizar ulteriormente cualquier juicio ético sobre su utilización para los
fines anteriormente referidos.
En general existen sobre este punto
cuatro posturas claramente definidas:
1. La primera, es la de aquellos que
consideran que el embrión humano en sus primeros días de vida es un conglomerado
celular sin estructuración biológica, es decir, un conglomerado de células sin
organizar y por tanto sin valor ontológico alguno. Aunque esta postura parece
que debería ser anacrónica, a la luz de los actuales conocimiento biomédicos, no
es así, como lo refleja, entre otras muchas cosas, el hecho de que en un texto
legal tan reciente (marzo 2005) como el borrador propuesto por el Gobierno
español para sustituir a la Ley de Reproducción Asistida 45/2004, que
regula en nuestro país todo lo referente a estas prácticas, en el punto 4 de su
artículo 1, se refiere que “se entiende por preembrión el embrión in vitro
constituido por el grupo de células resultantes de la división progresiva del
óvulo desde que es fecundado hasta catorce días más tarde”. Es decir, se admite
la tesis que identifica al embrión humano con un conglomerado
celular.
2. La segunda, es la de los que opinan
que el cigoto humano, obtenido por trasferencia nuclear somática (la denominada
clonación terapéutica) es un ente biológico distinto al cigoto obtenido por vía
natural, al que incluso le dan un nombre propio y diferente, como puede ser
nuclóvulo o clonote, con algún valor ontológico, pero inferior al cigoto
obtenido por fusión de los gametos humanos, tanto por vía natural como por
técnicas de reproducción asistida.
3. La tercera, es la de los que
consideran que el embrión humano, de una sola célula, polarizada y asimétrica,
el cigoto, obtenido natural o artificialmente, es un ser vivo de nuestra
especie, portador, por tanto, de la dignidad que todo ser humano intrínsicamente
posee.
4. Incluso existe un cuarto grupo, que
son aquellos que circunvalan el problema y que ni afirman ni niegan la identidad
humana del embrión, simplemente manifiestan que a ellos solamente les incumbe la
vertiente científica, y que el discutir el valor ontológico de ese ente
biológico que utilizan no afecta a su quehacer científico. ¿Pero puede un
científico plantear sus objetivos experimentales sin valorar sus consecuencias
éticas? Considerando la investigación científica como un acto humano más, no
parece ilógico afirmar, que, como en cualquier otra actividad del hombre, en sus
investigaciones, el científico, no puede dejar de tener en cuenta la vertiente
ética de su quehacer, por lo que esta faceta debe ineludiblemente incluirse en
la elaboración y valoración de sus protocolos experimentales. Un científico
nunca puede dejar de responder éticamente de los actos que lleva a cabo. Como
consecuencia de todo lo anterior, en general, se puede decir, que desde un punto
de vista ético, para los que defienden la primer posición, es decir, los que
definen al embrión temprano como un conglomerado de células, no habría ninguna
dificultad para utilizarlo como fuente de células madre o como material de
experimentación, pues aunque esto conllevara su destrucción, se estaría
destruyendo algo sin valor ontológico alguno, nunca un embrión humano, si acaso
un cuerpo embrioide. Para los segundos, también se podría utilizar con fines
experimentales, siempre que existiera una razón que pudiera justificar su
destrucción. Sin embargo, para los defensores de la tercera postura, entre los
que me encuentro, cualquier manipulación de ese ser naciente habría que hacerla
teniendo en cuenta su realidad biológica de embrión humano, es decir de ser
humano vivo. Por ello, establecer la naturaleza biológica del embrión humano de
pocos días, es fundamental, para poder profundizar en el debate ético abierto
con motivo de la utilización de esos embriones tempranos para experimentaciones
biomédicas y especialmente para la obtención de células madre
embrionarias.
Como es natural, se hace imposible
profundizar aquí sobre el estatuto biológico del embrión humano. Sólo se pueden
dar algunas pinceladas, que es posible que ayuden a clarificar el tema.
En esta exposición, nuestro objetivo es
tratar de establecer que el embrión humano de pocos días es un ser vivo de
nuestra especie, un individuo humano, y por tanto digno del mayor respecto. Si
lo conseguimos se podrá descartar la primera de las hipótesis consideradas, la
de los que afirman que el embrión humano es un conglomerado celular no
organizado como individuo vivo. Sobre la segunda postura, la que defiende que el
embrión de una célula obtenido por transferencia nuclear somática es
sustancialmente distinto del cigoto, lo que permitiría utilizarlo en algunas
circunstancias, volveremos más adelante.
Vamos por tanto a detenernos en valorar
si el embrión humano es un ser vivo, de nuestra especie un ser humano
individual.
B. IDENTIDAD GENÉTICA DEL
EMBRIÓN
Es un argumento tradicional en defensa
de la naturaleza humana del embrión de pocos días, afirmar que ya en el genoma
del cigoto está contenida toda la información genética necesaria para que ese
nuevo ser se desarrolle completamente hasta su condición de ser adulto vivo. Es
decir, que en él está determinada su identidad genética. Si nada orgánico
externo modifica el contenido genómico de ese individuo biológico naciente, ya
que del mundo circundante, como más adelante se comentará, únicamente recibe
órdenes que contribuyen a regular su propio desarrollo, es difícil, por no decir
imposible, establecer algún salto en su evolución vital, que pueda suponer el
inicio de una realidad genómica distinta a la anterior. La evolución de ese ser
es un proceso biológico continuo que va dando lugar a las distintas realidades
fenotípicas de su desarrollo, dentro de la unidad vital que lo identifica como
un único ser humano vivo desde la impregnación del óvulo por el espermatozoide
hasta su muerte natural.
Sin embargo, identificar la
individualidad de ese ser humano naciente únicamente con su genoma, parece un
concepto limitado, incluso erróneo. En efecto, cada día existen más argumentos
biológicos para admitir que un individuo humano es algo más, seguramente
bastante más, que su código genético. En este sentido, cada vez se tiene más
información, sobre mecanismos no genéticos que influyen de forma importante en
el desarrollo del embrión. Cada vez se da más importancia a los mecanismos
“ómicos” y a la certeza de que no todo depende de los mecanismos génicos. A la
vez que también se va conociendo que la célula es capaz de detectar mensajes no
génicos, que puede convertir en información génica.
En palabras de López Moratalla, “la
identificación entre genoma e individuo es un error de concepto biológico: los
cromosomas y genes que determinan las características de un individuo dentro de
una especie no le hacen ser un individuo; no son más –ni tampoco menos- que lo
que determina las características de ese ser y dirige su desarrollo; pero lo que
lo constituye en un viviente, en un individuo de esa especie, es el arranque de
la emisión de su programa de desarrollo, programa que no está expresado en el
genoma, sino que se va expresando paulatinamente, lo que se ha venido en
denominar expresión epigenética. Cuando ésto ocurre ha comenzado realmente la
vida de un ser humano”. El DNA es necesario, pero no es suficiente, no es todo,
para identificar a un individuo humano. No todo está en el genoma, sino que la
información genética crece con la expresión de los genes en él contenidos, para
lo cual es necesario la activación y emisión de su programa específico de
desarrollo, programa que se va activando a medida que avanza el ciclo vital de
ese individuo y que posibilita que el nuevo ser sea capaz de inicia la emisión
completa y ordenada de los mensajes genéticos necesarios para que su desarrollo
se realice de forma ordenada y completa.
Es decir, cada día se va dando más
importancia a los factores epigenéticos, que determinan ligeras modificaciones
del genoma, pero que no afectan a su secuencia nucleotídica, como pueden ser la
metilación de citosinas de su ADN, la remodelación de su cromatina por
acetilaciones, metilaciones o fosforilaciones o el denominado “imprinting”, que
se refiere a la capacidad de impedir la expresión de algunos genes en los
momentos tempranos de la vida embrionaria, especialmente a través de su
silenciación selectiva, según procedan del gameto masculino o femenino. Es
decir, durante el desarrollo del ser vivo se va produciendo, por interacción del
genoma con el medio, la emergencia de una nueva información génica, no expresada
directamente en el genoma primigenio. A esta información, es a lo que se
denomina información epigenética. Por tanto, cualquier expresión fenotípica de
un ser viviente es el resultado del contenido génico de su genoma y de la
información epigenética que se va desarrollando a lo largo de su propia
evolución, como consecuencia fundamental de la interacción del genoma con su
medio ambiente.
El concepto, que liga a la existencia de
un genoma individual y único - que por otro lado es sabido que se transmite a
cada una de sus células, no menos de 10.000 millones en el individuo adulto- el
poder atribuir carácter de ser humano individual al embrión de pocos días, lo
que se podría denominar genómica del embrión, actualmente se ha ampliado con
nuevos datos experimentales, especialmente referentes a los mecanismos
epigenéticos que influyen en el desarrollo
embrionario.
C. OTRAS RAZONES QUE POYAN QUE EL
EMBRIÓN HUMANO DE POCOS DÍAS NO PUEDA SER CONSIDERADO COMO UN SIMPLE AGREGADO
CELULAR
Entre estas razones cabe destacar, 1) el
mejor conocimiento de los mecanismos que regulan la emisión del programa de
desarrollo del embrión, 2) todo lo relativo a la denominada información de
posición, es decir, la información necesaria para el desarrollo del embrión
dependiente de las interrelaciones entre sus propias células y de éstas con el
nicho celular que ocupan, 3) el papel, que la fusión de las membranas celulares
de ambos gametos, masculinos y femenino, juega en la puesta en marcha del
proceso de desarrollo embrionario y los nuevos conocimientos sobre los
mecanismos que determinan la asimetría y polaridad del cigoto, y como ésto
influye en la asignación de funciones para cada una de sus células, así como de
la asimetría espacial de los diversos órganos en el cuerpo del embrión, 4)
diversos factores bioquímicos, especialmente los niveles intracelulares y
extracelulares de calcio, que pueden ser elementos reguladores del desarrollo
del embrión, 5) la regulación genética de los mecanismos de diferenciación
celular, 6) también la regulación de la función de las telomerasas y 7) la
constitución protéica del fenotipo-embrión, lo que hemos venido en denominar
proteómica embrionaria.
Vamos a repasar brevemente cada uno de
estos procesos biológicos, que en conjunto y desde la armónica secuencia de su
actuación, parecen claramente
incompatibles con que ese ser embrionario primigenio sea un conglomerado celular
y no un ser vivo organizado.
1. Como ya se ha comentado para que la
vida humana se inicie no sólo se requiere la existencia de un genoma humano
determinado, sino también que se active un programa de desarrollo, asimismo
contenido en el propio genoma, que emita las instrucciones necesarias para que
se inicie la vida de ese embrión. En la fecundación sexuada, la activación del
programa de desarrollo empieza en una etapa tan temprana de la vida embrionaria,
como puede ser el momento en que se inicia la fusión de las membranas de los
gametos. Incluso se ha sugerido que se pueda iniciar con la fusión de sus
pronúcleos, y que ya es completa en la primera división
celular.
Cuando el cigoto se genera por
transferencia nuclear somática (clonación terapéutica), para que pueda generarse
un embrión es necesario que la información genética contenida en el núcleo de la
célula somática que dona su genoma se reprograme, es decir, que la célula se
desdiferencie, como si se rejuveneciera, volviendo su genoma a una situación
similar a la que tiene el genoma de las células embrionarias.
En ese momento, es cuando el núcleo de
la célula transferida es capaz de expresar las órdenes necesarias para que se
inicie la vida de ese nuevo individuo.
¿Pero cómo se activa el programa de
desarrollo?
Es conocido que inmediatamente tras la
fecundación se pone en marcha un proceso de desmetilación de citosinas del ADN,
que es el detonante específico para que se inicie la expresión del programa de
desarrollo del genoma. En efecto, se sabe hoy día que la metilación de las
citosinas de determinados genes favorece la represión de los mismos, es decir,
que éstos no puedan expresar su actividad. Por ello, si como consecuencia de un
proceso de desmetilación, regulado por determinadas desmetilasas, se activan
estos genes, consecuentemente se activa el programa de desarrollo que ellos
regulan. Es decir, la metilación y desmetilación de las citosinas condicionan
patrones de metilación, que son diferentes de un tipo celular a otro y de un
momento a otro del proceso vital de un mismo individuo. Este mecanismo,
delicadamente regulado, es el primer y fundamental paso para que se inicie el
desarrollo de una nueva vida humana.
2. Otra circunstancia a tener en cuenta
en el desarrollo del embrión temprano que hace que éste no puede ser considerado
como un simple agregado celular, son los precisos mecanismos que regulan la
multiplicación y diferenciación de sus células, parte de ellos dependientes de
las interacciones que se establecen entre las propias células embrionarias y de
éstas con las de su nicho celular.
En efecto, a medida que avanza el
desarrollo celular, y desde la primera división del cigoto, se establece un
activo intercambio de información entre sus células y entre éstas y su medio
ambiente, especialmente representado por el nicho celular en el que cada
blastómero (célula de un embrión de menos de 8 a 16 células) está ubicado. Estas
órdenes van activando los mecanismos de diferenciación de las propias células
embrionarias, reguladas, entre otras cosas, por la expresión de nuevos genes,
que sólo lo hacen en determinados momentos de su evolución y como consecuencia
de las interacciones celulares que se están comentando. Es decir, el
comportamiento de una célula, en lo que respecta fundamentalmente a su evolución
biológica, no depende solamente de la información genética contenida en su
genoma, sino también de la información intercambiada a través de su propia
superficie celular, dependiente, en primera instancia de los propios blastómeros
con los que se relaciona, y más adelante del lugar que esa célula ocupa en la
unidad biológica que la incluye. A ésto es a lo que se denomina información de
posición. Es decir, el desarrollo de un ser vivo no depende solamente de su
genoma, sino también de otros mecanismos que regulan la expresión funcional de
sus genes, lo que está condicionado por las interacciones entre sus propias
células y por la situación espacial de dichas células, por el lugar en donde
cada una de ellas esté ubicada. Esta regulación determina donde, cuando y con
qué finalidad, tiene que dividirse una célula en función de un desarrollo
unitario y armónico.
3. Otro aspecto importante para
considerar a ese embrión humano unicelular y a los fenotipos embrionarios
subsiguientemente generados, como una unidad vital organizada, es todo lo
relacionado con la función que las membranas celulares de los gametos juegan y
la estructuración asimétrica de ese primer embrión de dos células, cosa que
viene fundamentalmente determinada por la línea de división (plano de
polarización del cigoto) que se establece entre el punto en el que el
espermatozoide penetra la capa pelúcida del óvulo para fecundarlo y el núcleo
polar del propio óvulo. Esta asimetría celular, determinada por el plano de
polarización del cigoto, es un factor importante dentro de un proceso organizado
que regula la asimetría de las primeras divisiones celulares, lo que va a ser
decisivo para la organización del embrión en estructuras celulares con funciones
distintas, precisas y bien determinadas. Esta división asimétrica del cigoto, da
lugar a dos blastómeros desiguales y con diferente destino en el embrión. El
blastómero con el material celular que incluye el punto de entrada del
espermatozoide, se divide ecuatorialmente, también de forma asimétrica, antes
que el otro blastómero. Estas dos células asimétricas iniciales del embrión son
las que van a dar lugar, primero a su masa granular interna y posteriormente al
cuerpo del embrión. Después, se divide el otro blastómero, en este caso
simétricamente, dando así lugar al embrión de cuatro células. De estas dos
últimas células se genera el trofoblasto y la placenta. Además, de la asimetría
celular de los primeros cuatro blastómeros, los dos tipos de blastómeros
anteriormente comentados, poseen también componentes bioquímicos diferentes en
sus respectivas membranas celulares, con funciones específicas y distintas,
especialmente relacionadas, en un caso con el desarrollo del cuerpo embrionario,
y en el otro con los futuros mecanismos de interacción entre hijo y
madre.
Todo lo anteriormente comentado,
encaminado a demostrar la organización del embrión humano en sus primeras etapas
de vida, es corroborado por unas sencillas y demostrativas experiencias del
grupo de Zernicka-Göetz, en las que estos autores observaron que, tras marcar
las dos primeras células del embrión con distintos colores, se pudo comprobar
que a partir de una de ellas se formaba la masa granular interna del
blastocisto, que, como ya se ha referido, va a dar lugar al cuerpo del embrión y
de la otra se formaba la placenta y tejidos que la
sustentan.
Es decir, desde la primera división
celular se establece la identidad funcional de las dos primeras células del
embrión, teniendo cada una de ellas ya un papel determinado en el desarrollo
embrionario.
Esto hizo comentar a Helen Pearson, en
un reciente artículo publicado en Nature, que la identidad biológica del ser
humano se establece a partir del primer día de vida del embrión.
4. Otro aspecto de interés, que también
avala la organización del embrión humano en estas primeras etapas de su vida, es
que pequeñas variaciones de la concentración y difusión de iones calcio en la
zona de la capa pelúcida del ovocito por donde penetra el espermatozoide,
parecen jugar un activo papel en los procesos de división y organización de sus
primeras células. En efecto, para que el espermatozoide pueda penetrar en el
óvulo se requieren fundamentalmente dos cosas, primero que sea activado por una
glicoproteína de la zona pelúcida del ovocito, la fertilicina, y segundo, la
existencia de señales que determinen el lugar por donde el espermatozoide ha de
penetrar en el óvulo, lo que parece condicionado con el aumento de los niveles
de calcio iónico en esa zona. Además, parece ser que el incremento de los iones
de calcio en el punto de entrada del espermatozoide también contribuye a regular
los mecanismos responsables de la primera división celular del
cigoto.
Asimismo, la concentración de calcio
parece influir en la distribución espacial de las células del embrión. En
efecto, recientemente se ha comprobado que la concentración del calcio
extracelular influye en la distribución espacial de las células embrionarias, lo
que se consigue porque estas células disponen de mecanismos específicos para
detectar los niveles de calcio. En el embrión, el que una célula sepa que debe
ubicarse a la izquierda o la derecha del cuerpo embrionario depende de que
exprese (izquierda) o no (derecha) un gen, el denominado gen nodal, y ésto
depende de los niveles de calcio existentes en cada una de estas partes. En este
sentido, recientemente se ha demostrado que la concentración de calcio es mayor
en la parte izquierda del embrión temprano, lo que condiciona que los órganos
generados a partir de las células embrionarias allí ubicadas se sitúen a la
izquierda en el futuro cuerpo del embrión.
5. Otro aspecto a considerar, que sin
duda va en contra de considerar al embrión temprano como un simple conglomerado
celular, es la regulación genética de los mecanismos de diferenciación de sus
células, algo que está comenzando a conocerse, pero que apunta hacia un control
epigenético específicamente determinado.
En efecto, se sabe que las células del
embrión, a medida que progresa la división celular, pierden plasticidad, es
decir, van perdiendo la posibilidad de dar origen a tipos celulares distintos.
Este mecanismo surge, y en parte está regulado, por la interacción entre las
células del propio embrión, interacción que se ejecuta a través de señales
moleculares que estas células intercambian entre sí. Algunos de los mecanismos
génicos que regulan estos procesos, en el embrión de pocos días, se van
conociendo poco a poco. En este sentido, se sabe que un gen, el Oct-4, existente
ya en los primeros blastómeros embrionarios, e incluso en el ovocito, codifica
un factor de transcripción,
necesario para que cada blastómero mantenga su totipotencia, al frenar
los impulsos de diferenciación procedentes de las células de su entorno.
En efecto, cada una de las células de un
embrión de 3
a 5 días mantiene su capacidad de diferenciarse a células
de todo tipo de tejidos debido a que conservan su carácter indiferenciado por la
acción del Oct-4, pero a medida que avanza el desarrollo del embrión sus células
van perdiendo la actividad del Oct-4 y consecuentemente el mecanismo que tienen
para mantenerse indiferenciadas. Cuando llegan a células adultas diferenciadas,
la actividad del Oct-4 prácticamente ha desaparecido, por el contrario, cuando
estas células diferenciadas se desdiferencian para retornar a su estado
embrionario, se recuperan los niveles de Oct-4.
Pero, no solamente es de interés la
existencia del Oct-4, sino que también trabajos recientes, demuestran que su
misma expresión es asimismo regulada por no menos de diez genes distintos. Otro
gen recientemente descrito, que contribuye a que las células se mantengan
indiferenciadas es el Nanog, que influye de forma decisiva en mantener la
pluripotencialidad de las células de la masa granular interna del
blastocisto.
6. También la enzima telomerasa es un
factor fundamental en la regulación del ciclo vital de las células embrionarias.
La telomerasa determina que los telómeros (parte terminal de las cadenas de ADN
que protege a los cromosomas de su degradación) no se reduzcan de tamaño en cada
división celular, lo que prolonga su ciclo vital. El tamaño de los telómeros
disminuye con cada división celular, lo que hace que la célula
envejezca.
Por ello, en las células madre
embrionarias y en las células tumorales, existen elevados niveles de telomerasa,
que impiden la reducción de los telómeros, favoreciendo la proliferación
indefinida de las células. Es decir, parece que los mecanismos de envejecimiento
de estas primeras células embrionarias, están finamente regulados, lo que no
apoya el que a las mismas se las pueda considerar un aglomerado celular sin
estructurar.
7. Como se sabe, las proteínas son los
productos últimos de la actividad del genoma humano para su definición
fenotípica. Las proteínas son las responsables de todas las funciones biológicas
del ser vivo. De ahí su importancia. Pero, por otro lado, también se sabe que
hay alrededor de siete veces más proteínas en el ser humano adulto,
aproximadamente 200.000, que genes, aproximadamente 30.000, por lo que la
definición de la identidad fenotípica de un ser biológico vivo, no puede venir
sólo determinada por su genoma, sino también por las proteínas que lo integran y
por los sistemas que regulan su producción, producción matizada por
modificaciones post-traslacionales, como pueden ser procesos proteolíticos o de
oxidación, uniones disulfuro, fosforilaciones, glicosilaciones,
etc.
Muchas de estas modificaciones son la
consecuencia, tanto de determinantes genéticos, como de las interacciones de su
genoma con el medio ambiente. A todos estos procesos reguladores del metabolismo
protéico y a lo que significan en la expresión fenotípica funcional de las
proteínas, se denomina proteómica, siendo la proteómica como la consecuencia,
modificación y función de todas las proteínas en un sistema
biológico.
Pues bien, en ese embrión humano de
pocos días, no solamente se contiene toda la información genética ligada a su
propio genoma, lo que se podría denominar, como anteriormente se ha apuntado,
genómica embrionaria, sino también las capacidades propias que un organismo vivo
organizado requiere para desarrollar un programa que le conducirá a su fenotipo
definitivo, todo lo cual se podría encuadrar bajo el epígrafe de proteómica
embrionaria.
D. EL EMBRIÓN HUMANO NO ES UN
CONGLOMERADO CELULAR
Todo lo anterior claramente sugiere que
la compleja organización de ese ser vivo, que es el embrión humano
preimplantado, es algo totalmente incompatible con el criterio de que pueda ser
un conglomerado de células sin organizar, y por tanto sin ningún valor
ontológico. Es decir, que el embrión humano es un ser vivo de nuestra especie
parece fuera de toda duda razonable, el asunto ahora es saber que valor se
atribuye a dicho embrión.
E. NATURALEZA DEL EMBRIÓN HUMANO
OBTENIDO POR TRANSFERENCIA NUCLEAR
SOMÁTICA
Como anteriormente se ha comentado,
entre las distintas posturas sobre la naturaleza biológica del embrión humano,
está la de aquellos que consideran que el embrión humano obtenido por
transferencia nuclear somática (clonación terapéutica) es de naturaleza
biológica diferente a la del cigoto obtenido por vía natural, por fusión del
óvulo y espermatozoide, incluso lo denominan de forma diferente, como es
nuclóvulo o clonote. Esta diferencia biológica la basan fundamentalmente en que
el clonote carecería de la información que aporta la fusión de las membranas
celulares de óvulo y espermatozoide, así como del genoma masculino, información
para ellos necesaria para que ese clonote pueda desarrollarse hasta un ser
humano adulto sano. Esta teoría estaría avalada por el hecho biológico de que,
hasta ahora, no se ha podido conseguir la generación de primates por
transferencia nuclear somática. Sin embargo, si que se han conseguido crear
otros tipos de mamífero, como fue en primer lugar la oveja
Dolly.
Si esta hipótesis fuera cierta, dado que
a partir de un clonote no se podría generar un ser humano adulto vivo, éste, el
clonote, podría ser utilizado como fuente de material biológico, especialmente
de células madre, para experiencias biomédicas, sin dificultades éticas
adicionales, pues aunque hubiera que destruirlo para obtener el referido
material biológico, se estaría destruyen un ente biológico que, a su juicio, no
puede llegar a desarrollarse nunca hasta un individuo adulto. Es decir no se
estaría hablando de un embrión humano, todo lo más de un cuerpo embrioide.
A esto habría que objetar, que como
consecuencia de la única experiencia de transferencia nuclear somática realizada
hasta ahora en humanos, la llevada a cabo por un equipo surcoreano, cuyos
resultados fueron publicados en febrero de 2004, se admite prácticamente por la
gran mayoría de los expertos, que tras la transferencia nuclear el embrión
obtenido se desarrolló hasta la fase de blastocisto. Si hubiera podido seguir
desarrollándose hacia un ser adulto es algo que hasta el momento se desconoce,
por lo que nos parece aventurado afirmar que los clonotes pueden ser utilizados
para experiencias biomédicas sin dificultades éticas, dado que su naturaleza
ontológica no viene determinada por el mecanismo utilizado para su generación,
transferencia nuclear somática, si no por el organismo adulto que de ese embrión
primigenio puede formarse, por la naturaleza de ese individuo, naturaleza que a
nuestro juicio es difícil afirmar que no es la de un ser de nuestra
especie.
F. ARGUMENTOS CONTRARIOS A QUE EL CIGOTO
SEA UN INDIVIDUO HUMANO
Sin embargo, existen argumentos, para
algunos, contrarios a la catalogación del cigoto como un individuo humano
biológicamente definido. Entre ellos, es el problema de la unicidad e
indivisibilidad del cigoto, esencialmente derivada del hecho de su posible
gemelación hasta los 14 días de su desarrollo, el que más polémica suscita. Los
que ésto defienden argumentan que si el embrión puede dividirse no sería un
individuo. En contra de ello se podría afirmar que el embrión, en sus
primeros días de vida, es único pero divisible, posteriormente, al avanzar su
ciclo vital, se convertiría en un ser, asimismo único, pero indivisible. Habría
que aclararles que individualidad e indivisibilidad son conceptos distintos. El
que un individuo biológico pueda dividirse no va en contra de su individualidad,
como no va en contra de la unicidad de los animales más simples, especialmente
los uinicelulares, el que puedan dividirse. Esto es especialmente cierto para
aquellos animales que se reproducen partenogenéticamente. Creo que ningún
experto se atrevería a afirmar que estos animales no son individuos de su
especie, antes de dividirse, y que los que emergen de esa división no son
individuos distintos de esa misma especie. Resumiendo el concepto biológico de
individuo no implica que no pueda dividirse, sino que en él existe una
estructura viviente organizada con las características propias de los individuos
de su especie. El concepto de individuo en biología no se refiere tanto a la
imposibilidad de división, como a que exista una verdadera organización que dota
a ese individuo concreto de la categoría biológica de
viviente.
Otros tratan de
reducir el valor onto-biológico del cigoto, obviando la polémica sobre su
estatuto biológico, pero afirmando que la vida humana empieza con el embarazo,
que ésta se inicia con la implantación del embrión en el útero materno y que por
tanto cualquier manipulación de ese ser biológico antes de que se inicie el
embarazo, es decir, antes de la implantación, es éticamente admisible, pues no
se estaría actuando sobre un ser humano en desarrollo, sino sobre lo que ellos
denominan preembrión. Los que esto defienden, se apoyan en que la vida humana
empezaría con el embarazo, pues la posibilidad de alimentarse tras su
implantación en el útero es necesaria para la viabilidad del embrión. A nuestro
juicio, es un error elemental confundir viabilidad con ser vivo. Sin duda, la
viabilidad exige la existencia previa de un ser vivo, y después una serie de
circunstancias, entre ellas la alimentación, para que su supervivencia sea
posible. Pero además, a éstos habría que recordarles que el embrión ya se
alimenta de material suministrado por su madre antes de la implantación. En
efecto, desde la impregnación del óvulo por el espermatozoide, hasta la
implantación, es decir, durante los días que dura el trayecto del cigoto/embrión
por la trompa de Falopio, hasta su definitiva acomodación en el útero materno,
el nuevo ser se alimenta del material contenido en el citoplasma del propio
óvulo, que naturalmente ha sido suministrado por su madre.
La idea de que la vida embrionaria
empiece con la implantación, es decir a partir del día 14 posterior a la
fecundación, fue propuesta en 1979 por el “Ethics Advisory Board”de los Estados
Unidos, fundamentando su posición en que en el día 14 finaliza la implantación
del embrión que se habría iniciado entre los días 5º y 6º de la vida
embrionaria. Esta teoría fue refrendada en 1984 por la Comisión australiana Waller y sobre
todo por la Comisión
Warnock, que también en 1984, empieza a utilizar el término
preembrión para designar al embrión preimplantado.
G. VALOR ONTOLÓGICO DEL EMBRIÓN
PREIMPLANTADO
Siguiendo a Herranz, se puede afirmar
que el problema para adjudicar una determinada categoría ontológica al embrión,
no está en el dato científico, como aquí creo que ha quedado claramente
demostrado, está en el rango ético que se le asigne al embrión humano, en la
política moral que se le aplique.
Según una política de respecto, todo ser
humano ha de ser reconocido y tratado como tal, por su dignidad humana
intrínseca, que lo hace intangible.
Según una política de poder y utilidad,
el ser humano tiene la dignidad que otros le conceden y nada más, son los
parlamentos, los padres, los medios, los investigadores, los filósofos, la
sociedad en general, quienes le conceden o no dignidad y derechos, quienes
determinan desde cuando y hasta cuando es sujeto de esa dignidad. En este
contexto de dignidad concedida por otros se negocia la dignidad del embrión
humano, y se le desprové de ella cuando objetivos científicos, comerciales o
incluso de un pretendido humanitarismo lo aconsejan. Sin duda, esta última
postura es un reflejo del pragmatismo que domina la bioética europea
contemporánea y que no hace sino asumir las corrientes dominantes del modelo
americano, el cual no ofrece otra solución ética a los problemas biomédicos que
no sea la minimalista y la pragmática, todo ello adobado por un fondo
proporcionalista, que considera que los beneficios que se derivan de la
investigación con embriones superan al respecto que esos embriones humanos
merecen, algo contrario al personalismo que antepone la dignidad del embrión, a
cualquier otro bien que de su manipulación se pudiera conseguir, en consonancia
con el imperativo kantiano que afirma que el hombre es un fin absoluto, que
nunca puede utilizarse como medio, por muy excelentes que parezcan los fines.
Principio que mutatis mutandi puede ser sin duda también aplicado al embrión
humano.
H. CONSIDERACIONES
FINALES
Sin duda, en todo este debate subyace la
idea de que existe o puede existir un antagonismo entre el desarrollo de la
ciencia y la libertad de investigación y el respecto que la dignidad humana del
embrión preimplantado merece. Con relación a ello, la Declaración Universal
sobre el Genoma Humano y los Derechos Humanos de la UNESCO de 1977, que representa en la
actualidad el esfuerzo más elocuente de la comunidad internacional para
armonizar estos derechos, en su artículo 10, recuerda un principio básico de la
ética médica, al afirmar que la libertad científica no es absoluta, sino que
ésta siempre debe de estar sujeta al “respeto de los derechos humanos, de las
libertades fundamentales y de la dignidad humana de los individuos”, y no
parece, después de todo lo anteriormente expuesto, que el embrión humano no deba
ser catalogado como un individuo de la especie humana, al menos parece mucho más
cerca de ello, que de ser un conglomerado de células sin
estructurar.
Publicado
en Nº 189, 25 de abril de
2005